divendres, 19 de setembre del 2014

¡BIENVENIDOS A MI BLOG!


Acabamos de empezar una etapa nueva, una etapa muy importante que nos acompañará el resto de nuestras vidas. Un viaje de cuatro años que una multitud de extraños comenzamos juntos y que, seguramente, acabaremos como grandes compañeros o incluso buenos amigos. Para ello creo que es imprescindible conocernos un poco, por eso es necesaria una presentación en condiciones.

Gómez Vilas, Laia. Badalona, Barcelona. 21 años. Pelo marrón, ojos marrones, pies pequeños. ¿Qué dice eso de una persona? ¡NADA! Ahora empiezo de verdad.

Nacida en Badalona el año 1993 he crecido con la compañía de mis hermanas, las guías de mis padres y las locuras de sus amigos. Siempre rodeada de animales: peces, hámsteres, perros, gatos, periquitos, una carolina e incluso un pollito precioso. Inmigrante digital perfectamente adaptada, ¿qué significa esto?

Según Marc Prensky el término nativo digital agrupa a aquellos para los que internet existe desde que tienen uso de razón, a los que no recuerdan la vida sin internet. El artículo, publicado en 2008, afirma que para aquel entonces los primeros nativos digitales tenían entre 15 y 18 años. Así que después de realizar los cálculos correspondientes he llegado a la conclusión de que teóricamente yo soy una nativa digital.

Sin embargo yo no lo creo así. El primer ordenador con internet que hubo en casa llegó cuando yo tenía 12 años. Recuerdo largas tardes inventando vidas para las Barbies, haciendo campamentos improvisados con cuatro sillas y una manta en el salón de mi casa o simular estar en una nave espacial cuando en realidad estaba sobre un billar. En ningún recuerdo de mi infancia están presente los ordenadores.


Pero cuando descubrí el sinfín de posibilidades que el ordenador ofrecía no pude dejarlo. Así que lo que sí que debo reconocer es que mi adolescencia estuvo completamente ligada tanto a los ordenadores como a internet. De tal manera que aunque no me haya criado con ellos los sé utilizar perfectamente sin ningún tipo de dificultad.

Me encanta dormir pero, sin embargo, soy muy nerviosa. Puede que alguien esté pensando cómo puede ser eso. Simplemente intento aprovechar todas las posibilidades que mi entorno me ofrece, lo que implica no parar. Me gusta estar ocupada, aprender y observar; darme cuenta de que el fruto de mi trabajo ha sido útil me hace sentir muy orgullosa. Y, sobre todo, odio aburrirme. Puede que estas sean las claves por las que elegí educación social.

Debido a esto descarté todos los tipos de trabajo mecánicos y rutinarios. Sabía que en un futuro quería tener un trabajo en el que cada día fuese una aventura. Quería un trabajo en el que poder ver algo nuevo diariamente y poder aprender constantemente. Un trabajo que, además, fuese más allá del dinero; que la satisfacción del saber que lo que haces es importante, que ayudará a alguien fuese mayor que todo el dinero del mundo. Y eso es lo que me llevó a decantarme por educación social.

Aunque lo cierto es que también tuve mis dudas. Acabadas mis prácticas de integración social me planteé si por mucho que me gustara tenia las cualidades necesarias. El resultado es precioso, pero el camino es muy duro. Valoré detenidamente que pesaba más y, finalmente, supe que sí. ¡Educación social es mi salida!

Puesto que mi experiencia se reduce al colectivo de infancia y juventud me gustaría descubrir todos y cada uno de los ámbitos en los que podemos trabajar. Creo que antes de decidir si queremos, o no, actuar con un colectivo es necesario conocerlos todos.

Dicho esto solo me queda daros las gracias por dedicar un pedazo de vuestro tiempo en leer esta entrada.

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